Erótica I
Bajo la curva enferma del arco de Adriano mi espalda de Sisifo logró acomodar mi sino, con admiración.
Y ante el peaje de mi sombra desnuda, enervar mi aliento en el voraz impulso precesor del orgasmo, de su orgasmo.
Pené tristezas de suaves senos erectos, sudaban sus flancos y las gotas se sumergían en mi ser aromatizando la sala, en ruinas, que nos observaba desde su mansa quietud, esfíngea.
Entonces me soñé jenízaro y así sobornamos al tiempo en un hiato de frenesí transitorio, tan efímero como el decoro de los escombros que profanamos.
F.-