martes, agosto 25, 2009

3 mil metros

Monty comenzó la revisión final a tres mil metros del lugar fijado para el salto. Comenzó, lamentablemente por inspeccionar por qué se encontraba en ese aeroplano a tanta altitud : -yo que odiaba las alturas estoy a punto de arrojarme de lo más alto que conocí en mi vida- pensaba. Y Monty recordó su llegada al club de Caidas Libres.
Lo único que le entusiasmaba del nombre de esa asociación era lo de “Libres”, lo de “Caidas” no le atrajo tanto. Su vida era una vertiginosa y eterna caída.
Desde hacía tiempo que Monty no era feliz. Nada le alcanzaba para llegar a su meta. Quería poder terminar algo más o menos satisfactoriamente, pero eso no le pasaba desde que en la secundaria, cuando habían ganado el torneo de basketball con su equipo, los Patos Negros.
- Monty ! esto no puede seguir !- le dijo su primera esposa y se hecho a volar.
-Todos se hechan a volar para no estar conmigo- le declaraba dos meses después a una perfecta desconocida en un bar, tras trece copas que le esborniaban el cerebro y le hacían buscar consuelo en el pecho más cercano.
Desde ese día Monty no había logrado congeniar con nadie. Había llamado a un par de novias anteriores que le cortaban el teléfono diciendo - Creía que habías entendido :LO NUESTRO ES HISTORIA !-
Una tarde, cansado de vagar el pequeño espacio entre la heladera y el sofá, donde se encontraba la televisión, se decidió salir en busca de algún oído atento que quisiera escucharlo. -Si supiera a donde ir...- suspiró en la puerta de su casa y emprendió el camino menos usual para él, calle abajo.
- Debo cambiar mi vida.- decía mientras caminaba por la avenida paralela a la calle de su casa.
Cuadras abajo, Monty no llevaba la cuenta de cuantas, intentó inspeccionar su atuendo... lo que él jamás se imaginó que alguien podría llevar puesto lo desfilaba alguna chiquilla de 16 en esa avenida. Se percató que nunca había paseado por allí, - Jamás paso por aquí, siempre bajo del tren en la parada anterior a esta zona...- pensaba y se miraba los zapatos color café, un tanto desgastados. Subió hasta la cintura con la vista y observó que nadie en la cuadra tenía pantalones como los de el. Todos vestían a su manera, algunos con ropas negras ajustadas, otros anchas y de colores, algunas mujeres casi no llevaban, pero nadie llevaba sus pantalones con botamanga color verde agua con rayas más oscuras.
-Y el saco...- ... camisetas cortadas en las mangas, remeras de costado, camisas achas de vivos colores. Nada de sacos, -Acaso no se usará más...-
Monty no se dió cuenta hasta muy entrado, que estaba en la zona baja, El Bajo, como lo llamaban sus compañeros en secundaria.
-Si te internas, tienes que prestar mucha atención para salir.-
-Un pantano, el más inmundo es mejor que ese agujero.-
-Un sitio de mala muerte.-, eran los comentarios sus compañeros que recordó unas cuadras dentro de aquel lugar.
-Peor que mi vida no puede haber nada.- dijo Monty en voz alta, sin querer ; -Fíjate en mí ! fíjate en mí ! -le grito en el oído un vagabundo que le seguía tratando de pedir una moneda.
Monty salto de costad asustado por la voz aquella. No lo había visto, creía que nadie lo había escuchado y no esperaba ningún comentario.
- Qué quiere ? !- preguntó sin saber que decir.
- Deme una moneda y lo haré felíz- contestó el vagabundo.
Monty sacó la moneda dispuesto a dársela y le dijo -¿Sabés ? Es la mejor oferta que escucho en años.- le dió la moneda y el vagabundo lo llevo a una callejuela, en la esquina.
Al llegar, apenas doblaron de la calle principal, la avenida, el vagabundo se desató la correa que llavaba como cinto y le mostro su cuerpo desnutrido, con las constillas a la vista y algunos magullones. -Esos son de la última vez que comí, en prisión. - y se volvió a atar.
¿No es grandioso tener algo con que recordar momentos tan gratos?- fue todo lo que escuchó Monty de aquel individuo que se fue riendo por entre la gente.
Monty no entendió nada.

-Señores, vayan quitándose los cinturones.- dijo el instructor en su ridículo overol multicolor.
-Muy bien, ahora enganchen sus seguros a la guía.- continuó gritando el instructor sobre el ruido de los motores del biplano que llevaba a Monty y sus seis camaradas de salto.
Monty se conectó a la quía de salto para luego disponerse a pararse y correr como loco hacia la portezuela del avión. Lo habían ensayado una semana seguida. Monty pensó -no puedo retroceder, ya llegué hasta acá...-
-Apenas pasemos la tormenta estaremos en el lugar del SALTO.- Era el piloto. Monty odiaba al piloto, le recordaba a su segundo jefe con sus horribles cejas gruesas y su bigote dos días bien arreglados y el resto de la semana sobresaliendo de su poblada barba sin afeitar.
En aquel momento lo odió más que otras veces : - “después de la tormenta...”- imitó Monty con voz chillona, - “en el lugar del SALTO ”. Maldito, no podrías haberte enfermado de rubiola o hepatitis ! ?-
Recordó una frase que repetía ella en el bar al que entró luego de su encuentro con el borracho :
-... a veces, las lluvias más tristes se convierten en tormentas tétricas.-
Era bonita. Estaba sola en medio de muchos hombres de diferentes aspectos. Nadie se le acercaba y sin embargo no había nadie mejor a la vista.
Cuando entró al bar Monty fue lo primero que vió. Creyó que le hablaba y se acercó unos pasos. Luego se contuvo, había algo en sus ojos que no coincidía con su actitud amigable.
Monty se señaló con el dedo ; ella siguió hablando sin dignarse a contestar. Creyó que lo miraba El giró la cabeza conociendo el lugar, giró luego sus talones y se acercó lentamente al mostrador y sin saber que pedir se sentó ante el que atndía aquel lugar.
- Cinco pesos la consumición mínima.- le indicó el camarero sin sonrisa alguna.
- Sirvame... café !... no, mejor una cerveza. Si, UNA CERVEZA.- ordenó Monty.
Una vez hecho su pedido giro el taburete en dirección a ella. Seguía hablando y lo seguía mirando sin hacer otra cosa que murmurar.
Monty tomo la cerveza del mostrador y casi decidido se acercó hasta su mesa. -Creo que me hablas. Disculpa me hablas a mí ?-
-Si “eso” no hubiera pasado “alguien” no lloraría- contesto mirando directo a sus ojos.
- Perdón ?,- preguntó él. Ella respondió en voz queda, muy bajo una y otra vez. -¿Qué dices ?- volvió a preguntar Monty un tanto nervioso.
-A veces, las lluvias más tristes se convierten en tormentas tétricas- aseguró con voz firme y un poco más alto que antes.

Monty sintió el aire correr como un demonio por su cara. Su traje se agitaba con furia. Más abajo otro traje hacía lo mismo. Algo le tiraba en la espalda. Miró para arriba y no vió nada, parecía ciego. Todo era borroso. Volvió su cabeza lentamente y atravesó las nubes con una velocidad increíble.
Había saltado y ahora caía y caía. El otro traje ya no se divisó más, solo veía salpicones de tonos ocres y verdes. A lo lejos una montañas y detrás la ciudad.
-MALDICIÓN ! !- gritó con todas sus fuerzas pero apenas lo sintió como un murmullo. -Qué hago ?- pensó. -Ahora sí que estoy donde no quería.-

Un hombre se le acercó por detrás y tomándolo del brazo le dijo al oído : -Está loca,- su voz parecía familiar, - siempre repite lo mismo.-
Monty se soltó, la miró de cerca y al darse vuelta el hombre no estaba más allí.
-Escuchaste lo que dijo ?- le preguntó, - ¿Escuchaste ?-
- Sí, pero a veces las lluvias más tristes se convierten en tormentas tétricas.-
La miró, había cambiado un instante, no, solo le pareció. Dió media vuelta y dejó su botella en una mesa cerca de la puerta cuando salía.
Había oscurecido, las luces no se habían encedido todavía. Entre la penumbra paseaban cada vez más transeúntes sin rumbo. Todos parecían buscar algo...

Monty hecho mano a la manija del paracaídas. Sabía cuando debía accionarlo. Su mente trabajaba casi tan rápido como caía. Recordaba casi todas las lecciones, el horrible piloto y el dolor que le había producido el golpe en el pecho que le había dado su instructor antes de saltar -“PARA EL VALOR MUCHACHOS!!
Fede Máthé