martes, noviembre 25, 2008

The rockstyle no es vegetariano

Quedan pocos rockstars alives, ya sólo queda de aquello que alguna vez hubo, la fachada. Como esos museos construidos en pos de una cara ilustre visible y medianamente conservada.
Hay veces que gustan, aunque de solo ver el comienzo, den ganas de seguir profundizando en aquello que nos pretende vender.
Al entrar, se advierte un cierto olor a viejo que cambia rotundamente al dar dos pasos y hasta un sonido novedoso nos invade los sentidos: nos encontramos con toda una civilización dentro de aquello que alguna vez fue civilización. De un colegio obtenemos un big center que no tardamos en agrandar cerrando las filas de algún teatro.
Algo parecido sucede con nuestra generación de estrellas de rock. Creo que en la actualidad quienes siguen determinado tipo de bandas de rock, comprando aquello del rockstyle como Biblia, quedan fascinados por lo nuevo y diferente que se desarrolla apenas se ingresa.
¿Dónde quedaron los Pantagruel? ¿Qué fue de aquellos colosales glotones de todo lo que a menos de dos metros de ellos pasare?
El olvido fue cruel, hasta se olvidó de ellos. Siguen vivos aún, pero solo como una fachada. Solo prestan a los sentidos un instante efímero de gloria por el cual no dejan de inmiscuir sus narices los bien llamados fanáticos. Esos que intentan emular estilo con solo usar gamulanes y gafas.
Sin embargo, ellos venden. Jamás se inmiscuyen en el arte de comprar. Ese que va girando de continuo, ese que marea, ese que da nauseas pero que evitamos vomitar ya que nuestros ancestros interiormente no cesan de agitar para que comamos cuanto podamos ya que, la próxima vez que veamos tal festín, nadie sabe cuando será.
Hoy, los que alguna vez fueron verdaderas estrellas de rock, duros, tipos curtidos por las tormentas de asteroides, los que gravitaban y daban peso a las escenas, están marchitos. Ofertan su imagen a algún postor, ni siquiera ya al mejor, que quiera tener cerca de si al muñequito de Kiss con la lengua fuera y confrontarla con la Barbie Malibú.
Compramos. No tenemos alternativa. Cuando menos esos son ellos… a sabiendas de que es solo la fachada.